jueves

confesiones de madrugada.

Tengo demasiadas cosas que quisiera escribir ahora y no puedo pensar en ninguna.
Uno piensa a veces que las cosas no pueden ir peor, o que con una buena cantidad de errores ya tiene suficiente como para sentirse satisfecho. Para fines de 2011 ya pensaba todas estas cosas, y para mejorar mi racha anual, empecé el 2012 teniendo más conocimiento sobre mi misma que en los últimos años. Por su puesto que no es noticia que soy la reina del drama y que amo la melancolía y todos esos cuentos, pero encontrarte un día con que no sos la persona que creías ser no es algo que me agrade tampoco.
Enero fue un mes de darme golpes contra la pared todo el tiempo. De entender cosas y plantearme otras que debería haber hecho antes, como por ejemplo por qué estoy estudiando para rendir 5 materias en menos de un mes y no con mis amigos en Córdoba. Triste.
Entendí demasiadas cosas sobre mí que no me gustaron, hice otras por las que me arrepiento y encontré explicaciones de actitudes que son un tanto irremediables.
No es noticia tampoco que no me caigo bien. Si fuese otra persona y tuviese que elegir una amiga, claramente no me elegiría. De cualquier manera, había cosas que nunca me parecieron lógicas, como, si una persona no se gusta ¿Por qué no cambia? No es que no se me permita, quiero decir, si yo cambiase estoy más que segura que la mayoría de mis amigos y mi familia me seguiría aceptando. Me disgustaba pensar eso y al mismo tiempo no saber como hacer para cambiar en algo que para mí sea mínimamente decente. En este mes entendí el porque de todo lo que no me gusta de mi, y me di cuenta de que no lo puedo cambiar, o bien, es muy difícil. Pero como dicen... el primer paso es aceptarlo.
El hecho de que mis amigos se hayan ido y otros cuentos que tienen que ver con mi familia y demás hizo también que el vació que ya sentía sea peor. Desde diciembre tengo la sensación de soledad y la idea de que no soy muy buena para... nada. Hoy la idea es casi una certeza.
Cuando era chica, todo el mundo me decía que era una llorona, lloraba por cualquier cosa. De más grande no lloraba por nada, a veces pensaba que había llorado tanto de chica que no funcionaba más, al menos que sienta impotencia, o bronca. Muy pocas veces lloré de tristeza. Tenía que sentirme muy, muy mal para llorar por que estaba triste. Hay muy pocos días del mes de enero que recuerde que no haya llorado.
Después de ser una llorona, tuve dos principales características, era callada y nunca contradecía a nadie, aunque no esté de acuerdo, jamás le levanté la voz a nadie hasta que no tuve 12 años, salvo a mi hermano, capaz, y siempre fui una persona de buen humor, siempre fui extrovertida con la gente que me dejaba, siempre estaba feliz y nunca molestaba. Un día supongo que estallé. Nunca fui a un psicólogo de chica, así que supongo que nunca me pude descargar. Tampoco culpo a nadie, nunca me gusto (ni me gusta) que la gente piense que tenga algún tipo de problema. Lo cual es un tanto irónico de decir en un texto como este, pero no deja de ser verdad. Siempre fui bastante... discreta. Siempre tuve miedo a que me reten. Siempre me preocupó lo que los demás piensen. Nunca resalté en nada, ni se me felicitó por algo en particular. Siempre fui la sombra de mi hermano. Siempre fui estándar, nunca resalté, siempre necesité mejorar. Siempre algo falta, nunca nada alcanza. Siempre me sentí una molestia.

Un día estallé. Y ahora no sé que hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario


MusicPlaylistView Profile
Create a playlist at MixPod.com